El Abismo no puede ser el futuro

¿A dónde nos puede llevar una globalización mal entendida junto con una sociedad tecnológica en la que desgobiernos locales intentan capear profundas tempestades?

El mundo se ha convertido en un pequeño pañuelo, en el que si se produce un desgarro en una punta, la grieta puede alcanzar toda la superficie. Es imprescindible que seamos conscientes de esta realidad para poder afrontar las soluciones a nuestros problemas, que en la mayoría de los casos parecen locales y no lo son.

En España se asume que estamos inmersos en una gran crisis causada por los mercados, que estamos expuestos irremediablemente a las consecuencias de una burbuja inmobiliaria que en conjunción con una crisis financiera global va a hacer zozobrar nuestro país hacia una situación en la cual solo podremos salir a costa de renunciar a  nuestro bienestar social conseguido tras años de esfuerzo.

Nos creemos a pies juntillas que no se puede hacer nada, que la economía del país ha de pasar el calvario al que la estamos llevando entre todos para poder resurgir en base a unos nuevos cimientos de estado de austeridad en los que el cumplimiento de las obligaciones de la deuda hará volver a los inversores internacionales que generen la riqueza suficiente para aliviar la situación.

En esta creencia de resignación generalizada estamos, y es por ella posible vilipendiar a las clases trabajadoras con poco o ningún coste social mas allá de algunas manifestaciones y huelgas que, a pesar del creciente seguimiento, no parecen mermar la resolución de los poderes fácticos de acabar con el estado de bienestar y los derechos sociales. Lo que es más, estos movimientos ciudadanos son aprovechados por parte del la derecha más neoliberal para deteriorar la imagen de organizaciones sindicales y partidos políticos, la misma derecha que, en un frenesí de demagogia, sigue culpando a éstos de los estragos a los que la especulación y la desregulación de los mercados que ella misma promueve nos han llevado.

Es la pesadilla perfecta, no solo nos han creado un problema, sino que además no nos dejan darle solución. El miedo generado por la propaganda (muy bien orquestada) de los mismos a quienes no interesa que levantemos cabeza nos paraliza. Dispuestos estamos, pues,  a ser presa del mismo.

La situación es sencilla, sin embargo, aunque a algunos no les interese reconocerlo. La salida no lo es tanto, ya que implica ir contra los intereses de los poderosos. La crisis financiera global es la consecuencia directa de que el capital haya descubierto que es más rentable especular que invertir en crear riqueza. Los grandes holdings industriales han pasado a un segundo plano y es mucho mas lucrativo especular sobre futuros que invertir en ellos. Por eso la poca mano de obra industrial que aún quedaba en esta parte del mundo se está desplazando a las «economías emergentes» donde unas relajadas legislaciones laborales permiten la explotación del trabajador y por tanto un mayor margen empresarial.

Coyunturalmente en España gran parte de la economía estaba encadenada al sector de la construcción. Esta misma economía que había suplido la merma en los sectores industriales debida a la deslocalización ya expresada. ¿Y cuál es la solución que se nos propone? Que nos fijemos en el ejemplo alemán. Ejemplo de libro neoliberal en el que se han sostenido los costes de una reunificación con la pérdida de derechos de los trabajadores y de poder adquisitivo en general. La economía alemana se ha basado en estos últimos años en trabajos mal remunerados y con unas condiciones laborales cada vez más exigentes.

Se empeñan en hacer competir a las fuerzas de trabajo de los países. Competición perversa en la que gana quien pierde más derechos y es capaz de trabajar más por menos dinero.

Y para empeorar la situación, no hay más que mirar los avances tecnológicos en el campo de la robótica y de la inteligencia artificial para comprender que en un futuro no muy lejano no existirán industrias que den empleo a muchos trabajadores, sino que los bienes de consumo se producirán casi sin aporte de mano de obra humana salvo en las fases de diseño y montaje de la cadena de fabricación. En menos de 10 años las «economías emergentes» tendrán que cambiar su modelo de desarrollo ya que la fabricación de bienes de consumo volverá a deslocalizarse.

El camino de la globalización es sólo de ida. No cabe plantearse que las sociedades vuelvan a separarse y sean compartimentos estancos. Y partiendo de esa base hemos de propiciar una globalización total. Ahora mismo la estructura política del mundo pone a los gobiernos de los países y al sistema democrático que los mantiene a los pies de los intereses del capital. Capital que por otra parte no tiene la consciencia de que está produciendo una situación insostenible y que nos lleva al abismo irremediable.

Es vital, pues, acotar el margen de maniobra del capital y establecer unas reglas fiscales globales así como unos tratados de obligado cumplimiento respecto a condiciones laborales y salariales dignas y normalizadas.

Es necesario dar poder a organizaciones supranacionales que no estén supeditadas al antojo de políticos corrompibles. Un sistema en el que una cámara de representación está supeditada al albedrío de un consejo de jefes de gobierno es pasto de intereses espúreos, y nunca podrá ser la solución. Teníamos que ver como se han desarrollado los acontecimientos para conocer que esa solución que se adoptó en la construcción de Europa no era viable. Hemos de proponer un nuevo orden desde este continente y pasa por la creación de la Europa de las personas y no de los estados. Un europeo: un voto; una Europa: un gobierno, que imponga las reglas del juego globales pensando en los ciudadanos y nunca en los intereses del capital. Listas abiertas en circunscripciones locales en las que los representantes sean responsables directos de sus actos ante sus votantes. Una estructura global con perspectivas de expansión a otros países y que plantee reglas globales.

El futuro del planeta pasa por un reparto del trabajo y de los beneficios sociales entre la población. Será así o no será de ninguna forma.

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